En el interior de Ekainberri el ojo del visitante pierde conciencia de los límites espaciales. La oscuridad, el sonido y la temperatura envuelven al visitante para transportarlo a otra época y lugar. La pasarela, adecuadamente iluminada, invita al visitante a recorrer toda la réplica, descubriendo poco a poco esas imágenes que plasmó el ser humano hace 14.500-10.000 años.